Ana Obregón continúa intentando sobreponerse al golpe más duro que le ha dado la vida, con la pérdida de su único hijo Aless, con tan solo 27 años, después de 2 años de dura batalla contra el cáncer. En estos duros momentos, la actriz cuenta con el apoyo de sus seres queridos y de algunos compañeros de profesión que se han volcado con ella en el peor momento de su vida. La última persona en sumarse ha sido Beatriz Rico, que le ha dedicado unas bonitas palabras en las que ha querido recordar como se conocieron y desvelando alguna faceta que desconocemos de la actriz.
“Ya ha pasado una semana y ahora me encuentro con ganas y fuerzas para contar quién es Ana Obregón. Me faltarían cuentas en Twitter, así que voy a dar unas pinceladas, las suficientes para que sepáis quién es Ana”, empezaba el mensaje Rico en sus redes sociales.
“La conocí en ‘A las 11 en casa’ y pronto me di cuenta de que Ana estaba siempre de buen humor. La vi rodar con lesiones, dolores fuertes, incluso un día vino con fiebre muy alta y jamás se quejó ni puso mala cara”.
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“Ana era un cascabel. Por donde pasaba, el cachondeo estaba asegurado. Y si la estaban maquillando y llegabas tú porque tenías una escena antes que la suya, se levantaba para que te sentaras y te maquillaran a ti sin que nadie le dijera nada. Puede parecer una chorrada, pero en nuestro mundo en el que hay ‘muy famosos’ que hace cosas de ‘muy famosos’ no es habitual que hagan cosas normales que denotan compañerismo y humildad: Ana nunca necesitó alimentar ego con chorradas así”
“Pasó el tiempo, y como somos casi vecinas, compartimos gimnasio, así que nos manteníamos al día. Y en el gimnasio Ana seguía siendo ese cascabel, siempre risas y buen rollo con todo el mundo. A veces me mosqueaba tanta alegría, sobre todo cuando yo tenía un mal día y ladraba a tutiplén. Recuerdo una noche navideña en su casa, hizo una fiesta. Si según los budistas el observar sin juzgar es la máxima expresión de la inteligencia, Ana demostró ser Buda, algo que le agradecí siempre”, continúa explicando Beatriz.
“A continuación llegó ‘Ellas y el sexo débil’: era su serie. Escrita por ella y en la que se había volcado poniendo una ilusión que arrasaba con todo. Ana seguía siendo la misma que conocí años atrás: una niña de ojos llenos de chispitas y enormes ganas de divertirse en el cuerpo de una mujer. Se preocupaba por todo: ‘¿Han comido los técnicos el bocata?’, ‘¿Estáis cansados? ¿Paramos?’. Por eso la gente la quería tanto, Y porque nos hacía reír, mucho. A día de hoy, me sigo preguntando cómo es posible no haberla visto nunca quejarse ni poner mala cara después de tantos años”.
La serie en la que Ana había depositado tanta ilusión y horas, no funcionó, pero no logró quitarle la sonrisa a Ana: “Me la encontré con el buen humor de siempre. Era ella la que estaba levantando los ánimos a la gente. Me dijo: ‘¿Tú estás bien? ¿Tu familia está bien? Entonces todo está bien’. Ahí me di cuenta de que esa mujer, tan delgadita ella, era un tanque. En ese cuerpo pequeño cabían una fuerza, una inteligencia, un tesón y una bondad que parecían imposibles de concebir en una sola persona”.
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“Cuando pasó el tiempo y por fin dejé la cobardía de lado le pedí que me perdonara. Ella me contestó: ‘Anda, mujer. Si ya ni me acordaba. Todos tenemos malos momentos’. Y volvió a ser la amiga de siempre, sin rencores, ni reproches. Esa es Ana”.
“¿Habéis visto la foto de la semana pasada en la que baja la ventanilla del coche para dar las gracias a los fotógrafos con una sonrisa llena de dolor? En esa sonrisa dolorida se condensa la esencia de Ana. He visto cómo la gente siempre quiere estar con ella, porque todos nos sentimos mejor cuando Ana está cerca. Mejora nuestras vidas. Creo que a eso se llama ‘tener ángel’. Y ella lo tiene. Y ahora, más que nunca”.